SIGUIENDO A HO CHI MINH

La imagen que generalmente se tiene de Vietnam es, inevitablemente, la de la cruel guerra que se extendió durante tres décadas en la ex Indochina francesa, que impresionó al mundo por la colosal intervención de los Estados Unidos y su no menos espectacular derrota. Hace ya poco más de treinta años que terminó la guerra de Vietnam, pero todavía los ecos del terrible conflicto siguen impactando la vida de los vietnamitas. Gran parte del país continúa contaminado por el «agente naranja», arma química arrojada por los norteamericanos en un intento por desarticular el ambiente selvático que servía de refugio a las guerrillas del Viet Cong, y toneladas de minas antipersonales y explosivos sin estallar permanecen como trampas silenciosas en el medio rural. A pesar de ello, para la mayoría de la población de esta pequeña y densamente habitada nación (84 millones de habitantes en más o menos la misma superficie que la provincia de Buenos Aires), la Guerra Americana (como lógicamente se la conoce aquí) es un recuerdo, trágico pero también orgulloso.

Sin embargo, no fue un país destruido por la guerra el que nos recibió al empezar a pedalear por la autopista que nos llevó a su capital, Hanoi. Al contrario, la ciudad nos sorprendió por lo pujante de su movimiento, lo agradable de su ambiente, la amplitud de sus avenidas y la intensidad de su vida cultural. Vimos una economía en pleno desarrollo, no quizá en los términos que a priori pensaríamos de un país gobernado por el Partido Comunista y llamado Republica Socialista de Vietnam, pero tampoco en el marco del capitalismo brutal que estamos acostumbrados a ver. Después del término de la guerra y desde mediados de los años 80, el gobierno vietnamita emprendió una dura crítica del modelo económico que llamó socialismo burocrático (es decir, del estilo soviético) para emprender un proceso de reformas, que conllevó una apertura económica en muchos campos pero con controles estatales. Encontramos posteriormente, al adentrarnos en el medio rural, un campesinado laborioso (en gran parte con los medios tradicionales del cultivo de arroz) y aun mayoritario en la población vietnamita. Y si bien Vietnam sigue siendo un país básicamente campesino, no vimos los espectáculos de miseria degradante que observamos en otros países en este recorrido por el llamado Tercer Mundo.

En Hanoi tuvimos una estadía positiva en que visitamos la ciudad, con sus museos (entre los cuales podemos mencionar al Museo de las Mujeres, con exposiciones sobre las vietnamitas combatientes en la guerra, al Museo de Etnología y al Museo Militar, donde entre otras reliquias de guerra se encuentra el famoso tanque T-54 que abatió la reja del palacio presidencial de Saigón, en una imagen simbólica del fin de la guerra) y sus restaurantes de excelente y particular comida típica, que disfrutamos posteriormente a lo largo de todo el recorrido. También merece una mención especial la antigua cárcel de Hoa Loa, donde los colonialistas franceses recluían, torturaban y masacraban a los presos políticos que luchaban por la independencia de la entonces colonia de Indochina. Esa misma prisión, posteriormente, fue usada para alojar a los pilotos norteamericanos derribados. Entre estos, se encontraba el actual candidato a presidente de los Estados Unidos, John McCain, cuyo traje de vuelo es exhibido como trofeo, junto con una curiosa foto en que se ve al entonces capitán con cara de susto en una mesa de operaciones antes de ser intervenido por un médico vietnamita.

La figura histórica omnipresente en Vietnam es, por supuesto, Ho Chi Minh, el líder de la lucha por la liberación, primero de los franceses y luego de los norteamericanos y del gobierno pro-occcidental de la entonces Vietnam del Sur. Ho Chi Minh fue el fundador y principal dirigente del Partido Comunista de Vietnam, aun en el poder, y hasta su muerte en 1969 supo guiar con mano firme y autónoma los destinos de un pueblo sufriente. En Hanoi se encuentra su cuerpo momificado en un enorme y solemne mausoleo, visitado por los turistas pero principalmente (y diariamente) por miles de vietnamitas.

Además de pasear por la ciudad, estuvimos en la AVN (Agencia Vietnamita de Noticias), cuyo corresponsal en Buenos Aires, Le Quang Son, cubrió nuestra salida hace ya más de nueve meses. La AVN, fundada en 1945, días después de la declaración de independencia de Vietnam, está representada en todas las provincias del país y edita varios periódicos, tiene estaciones de radio y programas de televisión. En uno de estos salió la entrevista que nos hicieron Nguyen Hoai Duong, director del Centro Audiovisual, y Lê Duy Truyền, editor del semanario Tin Tuc. Por suerte ambos hablaban perfectamente en castellano, aunque tanto el video, que se puede ver en este sitio, como la nota en la revista están, lógicamente, en vietnamita.

Gracias a Poldi Sosa, de la casa de Cultura Argentino Vietnamita, conocimos también a Andrea, una argentina que vive y trabaja en Hanoi, además de haber estado tres años en China. Conversamos largamente y aprendimos mucho con ella y su experiencia, cuestiones acerca de la vida cotidiana y las creencias de los vietnamitas que hubiera sido difícil que entendiéramos por nuestra cuenta en el breve tiempo de nuestra estadía en el país.

Finalmente, nuestra estancia en la capital se completa con la visión del espectáculo único de las marionetas acuáticas, surgido en los arrozales del norte de Vietnam hace más de mil años.

Ver las fotos de Hanoi, la capital de Vietnam.

LA BAHIA DE HA LONG
Pero, inevitablemente, tuvimos que dejar Hanoi, y volver a pedalear bajo el calor y la humedad que caracterizan a Vietnam en esta época del año, que sin llegar a los extremos de la India, nos dificultaron bastante el recorrido. Si bien nuestro destino era el sur del país, salimos de la ciudad, cruzando el río Rojo, hacia el Este, para llegar a la bahía de Ha Long, uno de los sitios naturales más espectaculares de Vietnam. Se trata de una bahía repleta de islotes y formaciones rocosas llamadas karst, constituyendo una suerte de laberinto marino que alberga un parque natural y numerosas grutas en el interior de sus islotes. Para llegar hasta allí, tuvimos que hacer una agotadora jornada hasta el puerto de Hai Phong, la tercera ciudad de Vietnam, de cerca de un millón de habitantes, desde donde nos desplazamos a la bahía. La ruta hacia Hai Phong es una autopista con un carril separado para bicicletas y motos, que son multitud en el país. Sin embargo, eso no garantizó la tranquilidad de nuestro camino, al ser utilizada por muchas motocicletas, la mayoría, de contramano.

Una lluvia torrencial se largó antes de llegar a la ciudad. Nos refugiamos, junto con campesinos y motociclistas, bajo el techo de una casa en el campo. Llegando a la ciudad, el cielo se ennegreció antes de tiempo, un vendaval comenzó a azotar las calles y otro chaparrón se volcó sobre la zona. Nuevamente, la hospitalidad vietnamita nos ayudó: nos abrieron la puerta de un comercio, ya cerrado, para que nos guareciéramos. El hombre, que había aprendido ruso en la Unión Soviética (lengua en la cual tampoco nos pudimos comunicar) nos indicó el camino hasta el centro cuando la lluvia cesó.

Ver las fotos del paseo por la Bahía de Ha Long.

POR EL INTERIOR DE VIETNAM
Después de un día visitando Ha Long, navegando por sus intrincados estrechos y canales, volvimos a la ruta para internarnos en el Vietnam más profundo. Encontramos un país donde hay pequeños pueblos y caseríos y donde un continuo "hello!" acompañaba nuestro paso. Pronto descubrimos que este saludo no estaba, como en otros lados, completamente motivado por nuestra llamativa bicicleta: caminando por las calles, especialmente en las ciudades más chicas, también mucha gente nos saludaba. La conclusión obvia es que el saludo se debía al hecho de ser extranjeros y, de acuerdo al tono en que se nos formulaba, se trataba de curiosidad, amabilidad o burla.

Los vietnamitas se demostraron también rápidos con los números, es decir, rápidos para aumentarnos los precios de cada cosa que queríamos comprar. Por lo que, si no queríamos estar pagando sobreprecios permanentemente, teníamos que tratar de conocer los valores reales y, además, consultar cuánto pretendían cada vez. Las negociaciones más duras las hacen, eso sí, siempre con una sonrisa. Lo que nos recordaba todo el tiempo las palabras de nuestro amigo Estanislao, que ha viajado varias veces por el sudeste asiático: “Los vietnamitas son como los argentinos o los cubanos, muy amables y cordiales, pero si te pueden fumar, te fuman”.

De todos modos, estos detalles no alcanzan para opacar una estadía en tierras de Ho Chi Minh que fue muy grata. Cruzar cerca de 900 kilómetros desde Hanoi hasta la antigua capital imperial, Hué, nos llevó cerca de diez días, andando por un movida ruta nacional 1, la más importante del país, con bastante calor que nos obligó a retomar nuestra costumbre de salir temprano por la mañana, atravesando cientos de pequeños poblados y ciudades medianas, viendo el trabajo infatigable de los campesinos en la cosecha del arroz, saludando a la gente que nos gritaba “hello!” (salvo cuando nos parecía en tono burlón), y conociendo el laborioso país que asombró al mundo expulsando a franceses y norteamericanos en dos guerras sucesivas.

Nos llamo la atencion, entre otras cosas, el hecho de que muchas mujeres vietnamitas, especialmente al desplazarse en moto o bicicleta, fueran casi completamente tapadas, pero no por una cuestión religiosa como en Medio Oriente sino para, según suponemos, protegerse del sol o la contaminación. Ademas de sombreros, eso incluye unos barbijos que cubren nariz y boca y unos guantes que llegan casi hasta los hombros. Inclusive, muchas veces nos hicieron notar que nosotros nos estábamos exponiendo mucho al sol, y que teníamos que usar estos implementos. A varios vietnamitas les sorprendió, en cambio, la barba y la abundancia de pelo corporal de Andrés. En un lugar en el que paramos a descansar, uno de los muchachos de un comercio a cuya sombra nos reparamos pidió permiso para sacarnos fotos con su celular. Para nuestra sorpresa, la foto que tomó fue del pelo del pecho de Andrés, que sobresalía por el cuello de la remera, como un hecho extraordinario, casi una curiosidad de circo. Despues, lo hicimos subir al asiento trasero del tándem, a dar una pequeña vuelta.

En nuestro recorrido pasamos por algunos sitios históricos dignos de mención, como la ciudad de Vinh, a pocos kilómetros del lugar de nacimiento del Tío Ho (como lo llaman popularmente los vietnamitas) y la antigua frontera entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, el paralelo 17. Un río separó durante dos décadas (entre 1954 y 1975) a los dos Estados, junto con una Zona Desmilitarizada fiscalizada por observadores internacionales. Por supuesto, la Zona Desmilitarizada fue el lugar donde se dieron algunos de los más feroces combates de la guerra, especialmente a partir de que se hizo masiva (hacia 1965) la intervención norteamericana. Después de la derrota de los franceses en la batalla de Dien Bien Phu, en 1954, y asegurada la independencia de Vietnam, el país fue dividido en dos partes por los acuerdos internacionales realizados en Ginebra, con el compromiso de organizar elecciones generales al año siguiente. Sin embargo, el gobierno “democrático” del general Diem (una dictadura terrorista respaldada por Francia, la ex potencia colonial, y unos Estados Unidos cada vez más obsesionados con acabar con el comunismo en el marco de la Guerra Fría) se negó a realizar las elecciones, y la división del país quedó sellada. En el antiguo límite se alza hoy un monumento a la reunificación de Vietnam, junto con un museo y los antiguos puestos de observación de la Zona Desmilitarizada.

Después de pasar el paralelo 17, llegamos a la ciudad de Dong Ha, desde donde se abre el camino hacia Laos, nuestro próximo destino. Seguimos, no obstante, unos 70 km. hacia el Sur para visitar la antigua capital de los emperadores vietnamitas Nguyen. Sin embargo, lo que parecía un sencillo tramo resultó extremadamente complicado gracias a una seguidilla de pinchaduras en la rueda del trailer. La cosa se complicó porque no teníamos suficientes parches y uno de los agujeros era demasiado grande y difícil de reparar. A poco de salir de Dong Ha pinchamos, y volvimos a hacerlo unos kilómetros más allá. Pusimos la cámara de repuesto (lamentablemente, un pésimo exponente de la industria argentina del neumático) y pocos kilómetros después, volvimos a sentir rebotar la ruedita. Estábamos a metros de una estación de servicio y arrastramos el tándem hasta allí. Estuvimos horas tratando de inventar algo para poder inflar la rueda, hasta que finalmente, un cuidadoso emparchado de una de las cámaras logró mantenerse. Mientras, los jóvenes que atendía la estación de servicio nos trataron como reyes: nos invitaron a comer y luego a tirarnos, en la peor hora de sol, en una pieza con ventilador, mientras esperábamos a ver si la rueda resistía el arreglo. Tarde, entonces, y habiendo hecho solo 25 km., volvimos a la ruta tratando de llegar a Hué antes del anochecer.

El arreglo aguantó unos 20 km. antes de volver a perder el aire. Desalentados y con un solo parche, paramos a la sombra del corredor de una casa. Una vez más, Vietnam mostró su mejor rostro. El hombre de la casa nos invitó a pasar y trató el mismo de emparchar la cámara. Cuando no pudo, salió sin decir una palabra (muchas, en realidad, no podíamos cambiar) y volvió 20 minutos después habiendo colocado un parche enorme que solucionó definitivamente el problema. Llegamos a Hué al anochecer, justo para entrar con un poco de luz a la ciudad.

Ver fotos del recorrido entre Hai Phong y Hué.

DE HUE A LA FRONTERA
Hué alberga numerosos sitios históricos, el más destacado de ellos es la Ciudadela Imperial. Los Nguyen fueron los emperadores de Vietnam entre 1804 y 1945, habitando con fasto el enclave, donde estaba su corte. De todos estos años, solo en los tres primeros cuartos del siglo XIX puede decirse que ejercieron el poder soberanamente, el resto fueron títeres del gobierno colonial francés y, durante la Segunda Guerra Mundial, de los japoneses, lo que selló su destino. No siempre fueron cómplices de los colonialistas, hubo cuatro emperadores que se resistieron y fueron expulsados del trono bajo distintos pretextos por los franceses y sus aliados.

Para visitar algunas de las tumbas de los emperadores y templos, tomamos un barco que nos llevo por el río Perfume, que bordea la ciudad desembocando en el golfo de Tonkin. Las tumbas son grandes complejos donde cada emperador construía una especie de retiro espiritual en vida, que servía de tumba posteriormente, junto con varios templos y edificaciones.

Desde Hué volvimos hacia el Norte para tomar en Dong Ha la ruta hacia Laos. Camino hacia la frontera, tuvimos que subir algunas montañas que nos obligaron a trepar bastante con un calor considerable. A medida que nos internamos por esta ruta, que corre paralela a la Zona Desmilitarizada, fuimos atravesando algunos de los escenarios de los mas cruentos combates de la guerra, pasando por el famoso Sendero Ho Chi Minh, la ruta clandestina que usaban para transportar los suministros a los guerrilleros del Viet Cong (en realidad, el Frente de Liberación de Vietnam del Sur: Viet Cong, como lo llamaban los norteamericanos y el régimen de Saigón, y que se popularizó mundialmente, significa “comunista vietnamita”). También pasamos por varias de las bases construidas por los Estados Unidos para asegurar, vanamente, el dominio de la zona, entre ellas la famosa Keh Sanh, donde se libraron furiosos combates durante la ofensiva del Tet de julio de 1968.

Finalmente, llegamos al poblado fronterizo de Lao Bao, donde pasamos la última noche antes de dejar Vietnam. Con cierta tristeza, como ya habíamos sentido en algunos otros países donde la habíamos pasado muy bien (al contrario de otros que dejamos con alegría), cruzamos la frontera y entramos en nuestro decimo séptimo país, la República Democrática Popular de Laos.

Ver las fotos de la ciudad de Hué y su complejo imperial.
Ver las fotos del recorrido entre Hué y la frontera con Laos.

el trayecto en vietnam


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